2.2 Creencias meritocráticas

2.2.1 El principio meritocrático

El concepto de meritocracia, a partir de su aparición en la obra satírica y crítica de Young (1962), ha crecido en popularidad, apareciendo en diferentes espacios de la cotidianidad. De la mano con dicha popularidad, el concepto ha sido objeto de diversas interpretaciones. Esto es algo que ha sido identificado hace ya algún tiempo, siendo reconocida la meritocracia por SEN (2000) como un concepto de poca claridad. El no tratar detalladamente el concepto de meritocracia, puede presentar problemas que obstaculicen la investigación empírica y la posterior comparación entre estudios. De esta forma, en un sentido amplio, es posible entender a la meritocracia como un orden social que basa la distribución de los recursos a partir del mérito individual. A su vez, el mérito opera a partir de los criterios de esfuerzo y talento (Young 1962).

El principio meritocrático ha sido catalogado como el principal mecanismo utilizado por las democracias para mantenerse en equilibrio y justificar las desigualdades socioeconómicas (Bell 1972; Duru-Bellat 2009; Lipset 1959; Torres 2021). Es común encontrar en discursos de autoridades y en la cultura y entretenimiento la promoción de la meritocracia, en el sentido de que cualquiera que sea la posición social de un sujeto al nacer, la sociedad debería ofrecer suficientes oportunidades y movilidad para que el “talento” se combine con el “esfuerzo” para “llegar a la cima” (Littler 2017). Así, desde presidentes de diferentes países (Littler 2017) hasta autoridades locales de distintos sectores (Cociña 2013a), la meritocracia se ha convertido en la gran promesa para transformar a la sociedad en una más justa y democrática.

El incrementar la movilidad social y promover la igualdad de oportunidades basado en la meritocracia se enmarca en la agenda política liberal igualitaria, a partir de la cual proliferaron investigaciones enfatizando que los principios meritocráticos no se aplican de manera correcta o en justa medida (Jonathan J. B. Mijs and Savage 2020). Desde este enfoque, el problema no sería la desigualdad misma, si no los mecanismos que la legitiman. Tal como menciona Jonathan J. B. Mijs (2019), la meritocracia no se opone a la inequidad sino más bien a ciertos tipos de discriminación -y otros mecanismos de distribución no meritocráticos-.

Han surgido críticas a la idea de meritocracia como un principio distributivo justo, en cuanto respalda un sistema competitivo, lineal y jerárquico en el que, por definición, ciertas personas deben quedar atrás (Littler 2017). Por otra parte, se ha argumentado que la igualdad de oportunidades como idea fuerza de la meritocracia, no implica necesariamente que una sociedad sea más justa (Cociña 2013b). En este sentido, podría considerarse más bien como una condición necesaria pero no suficiente para que un orden social sea justo (Cociña 2013b). Considerando que la meritocracia no se opone a las desigualdades sociales y que más bien sirve como un mecanismo que legitima un orden jerárquico en la sociedad, es que surgen estudios enfocados en las creencias meritocráticas de la población.

2.2.2 Las creencias meritocráticas en las ciencias sociales

Parte de la discusión reciente sobre el concepto de las creencias meritocráticas se ha enfocado en su definición conceptual y su operacionalización. Se ha abordado la confusión que genera el término creencias -beliefs- meritocráticas, en vista de que algunos autores utilizan el concepto como las percepciones que se tienen de los mecanismos meritocráticos que operan en la sociedad, mientras que otros dan más énfasis al aspecto normativo, refiriéndose a cómo debiesen funcionar -preferencias- estos mecanismos (Frei et al. 2020).

La falta de claridad conceptual sobre lo que se entiende por creencias meritocráticas, ha generado el problema de no tener una base empírica para la investigación de la meritocracia. Para facilitar el trabajo empírico en torno al ambiguo término de creencias meritocráticas, surge la propuesta de distinguir entre las percepciones y preferencias meritocráticas (Juan C. Castillo et al. 2019). Las percepciones meritocráticas hacen referencia a cómo las personas creen que funcionan los mecanismos meritocráticos en una sociedad en específico, mientras que las preferencias meritocráticas refieren a cómo estos deberían ser y funcionar en la sociedad (Juan C. Castillo et al. 2019). Esta conceptualización se enmarca en la perspectiva subjetiva del estudio de la meritocracia, en donde esta última se compone de las perspectivas normativas -preferencias- y las descriptivas -percepciones- (Juan C. Castillo et al. 2019). La presente investigación se centra con más fuerza en la dimensión de las percepciones meritocráticas, tal como se verá en las hipótesis más adelante planteadas.

Además del problema conceptual sobre percepciones y preferencias meritocráticas, se ha discutido sobre la aplicación de las dos dimensiones que componen a la meritocracia -talento y esfuerzo- en distintas investigaciones (Juan Carlos Castillo, Iturra, and Meneses 2020). En algunos casos se trabajan las creencias meritocráticas de manera unidimensional, como por ejemplo en la investigación de (Jonathan J. B. Mijs 2019), en donde se da mayor énfasis al esfuerzo en el trabajo por sobre el talento. No obstante, se ha comprobado empíricamente que el constructo de meritocracia se compone a partir de la asociación entre talento y esfuerzo (Juan Carlos Castillo, Iturra, and Meneses 2020), por lo que trabajar con una sola dimensión puede significar sesgos en la investigación.

En ciertas ocasiones, investigaciones han incluido elementos de creencias no-meritocráticas en la operacionalización de las creencias meritocráticas, asumiendo una escala continua en donde en un extremo se ubican elementos no meritocráticos, mientras que en el otro extremo elementos meritocráticos (Kunovich and Slomczynski 2007; B. J. Newman, Johnston, and Lown 2015). En este sentido, el rechazo a mecanismos no meritocráticos, como el tener éxito a partir de la posición aventajada de la familia o a partir de los contactos sociales, implicaría un mayor apoyo a mecanismos meritocráticos. Al ser sometido a escrutinio empírico, se ha establecido que factores no meritocráticos no están necesariamente relacionados a factores meritocráticos (Juan Carlos Castillo, Iturra, and Meneses 2020). De esta manera, es conveniente incluir factores no meritocráticos en las investigaciones empíricas sobre la meritocracia, pero no reducirlos al mismo continuo, sino trabajando ambos elementos como independientes.

2.2.3 Relación de la meritocracia con las creencias sobre desigualdad y sobre la pobreza

Uno de los problemas identificados en las investigaciones a la hora de trabajar los conceptos de meritocracia/mérito y atribuciones de pobreza y riqueza, es que en ocasiones se usa indistintamente el concepto de mérito para las atribuciones internas, como es el caso de la investigación “Merit and blame in unequal societies: Explaining Latin Americans’ beliefs about wealth and poverty” de Bucca (2016). Si bien ambos conceptos pertenecen al área de estudios de creencias sobre desigualdades sociales, e incluso en ciertas operacionalizaciones comparten conceptos, no obstante, es necesario distinguir entre la ideología meritocrática generalizada, y una expresión de creencias sobre ciertos grupos sociales como aquellos en desventaja o con grandes riquezas.

La creencia en la ideología meritocrática se considera una ideología central que justifica el sistema precisamente porque asume que es justo e implícitamente culpa de las disparidades económicas a la falta de capacidad o motivación individual, más que a factores sistémicos (Jost and Hunyady 2005). La meritocracia ha sido conceptualizada como un principio de justicia distributiva que permitiría a la gente creer que se vive en una sociedad justa aún en sociedades altamente desiguales (Jonathan J. B. Mijs 2019). De esta manera, cumple un rol importante como mecanismo de legitimación de desigualdades sociales y promotor de una jerarquía social ordenada por grupos sociales en distintos niveles (Juan C. Castillo et al. 2019).

Dubet (abril-junio, 2021), siguiendo un razonamiento marxista, señala que “Lo que explica por qué hay valores falsos en Chile no es el desprecio de clase. Hay desprecio de clase porque hay valores falsos. Es decir, el sistema económico fabrica a los pobres, y luego es necesario un sistema simbólico que justifique el hecho de que existen los pobres.” (pág.492-493) Si se considera la evidencia sobre las consecuencias de mantener atribuciones de pobreza internas, es posible que estas se relacionen de alguna manera con lo que el autor llama desprecio de clase, en donde las atribuciones operarían como una expresión de sistemas de valores y creencias, mientras que la meritocracia operaría como el sistema simbólico. Además, debido a la desigualdad socioeconómica y a los altos niveles de autoidentificación con las clases medias en la sociedad chilena (Espinoza and Barozet 2008), es posible que los grupos sociales explicados -esto es, la pobreza y la riqueza- se perciban como distintos a la situación propia de la mayoría de la población, e incluso como grupos sociales marginales.

2.2.4 Antecedentes en la relación entre meritocracia y atribuciones de pobreza y riqueza

En la investigación de D. A. Lepianka (2007) sobre atribuciones y creencias de la pobreza se evidencia un primer acercamiento a la relación entre creencias meritocráticas y atribuciones de pobreza. En esta investigación la forma de medir las atribuciones es una lista de cinco opciones, en donde se debe escoger dos menciones. Se utilizan cinco constructos que agrupan las variables causales, siendo estas: conciencia de la existencia de pobreza, experiencia personal de desventaja, valores y creencias, características sociodemográficas y características contextuales (nacionales).

Dentro del conjunto de variables independientes sobre los valores y creencias se identifica como uno de los indicadores el “respaldo al principio de mérito como mecanismo de distribución justo.” Se observa que aquellos que adhieren con mayor fuerza a este valor mantienen más atribuciones internas. Sin embargo, esta relación y los niveles de significancia varían drásticamente entre países y regiones, como también al controlar por otras variables de valores y creencias. Por otra parte, aquellos que mantienen creencias no meritocráticas tienen más probabilidades de atribuir la pobreza al mal funcionamiento del sistema distributivo, y menos probabilidades de ver la pobreza como causada internamente (D. A. Lepianka 2007).

Posteriormente, en la investigación de D. Lepianka, Gelissen, and van Oorschot (2010) sobre atribuciones de pobreza, se incluyeron otras variables en torno a valores e ideología. Las variables del estudio que se relacionan con la meritocracia son (1) “adherencia” al mérito como justo, y (2) la ética del trabajo (PWE por sus siglas en inglés). El mérito como justo se extrae de la pregunta acerca de los elementos que son importantes para que una sociedad sea considerada como justa. A partir de esta pregunta, los encuestados debieron responder el grado de acuerdo o desacuerdo con la frase de “Reconocer a las personas por sus méritos.” Se concluye que a medida que la gente respalda con más fuerza el principio de mérito como justicia, es más probable que se atribuya la pobreza a la pereza antes que a causas estructurales. Por otro lado, respecto a la segunda variable, se concluye que un mayor respaldo a la ética del trabajo (PWE) se relaciona con una mayor propensión a atribuir la pobreza a la ociosidad individual y una menor inclinación a ver la miseria como causada por factores externos, y especialmente la injusticia social.

En una línea similar, se ha estudiado la relación de la meritocracia -bajo la forma de las variables de creencias legitimadoras de estatus (SLB por sus siglas en inglés) y PWE- con actitudes hacia grupos marginados -principalmente a partir de criterios étnicos y de género- (Madeira et al. 2019; Major and Kaiser 2017). Se concluye que las creencias meritocráticas cumplen un rol legitimador sobre las desigualdades entre grupos sociales. De manera más específica, se señala que la meritocracia descriptiva -percepciones- está relacionada negativamente con los resultados psicológicos y conductuales intergrupales, mientras que la meritocracia prescriptiva -preferencias- no lo está (Madeira et al. 2019). De hecho, en el estudio de Madeira et al. (2019), se señala que mayores niveles de preferencia meritocrática tienen un menor efecto en actitudes negativas hacia grupos desfavorables -en este caso hacia las mujeres-, como también que favorecen la aceptación de políticas sociales de defensa del mérito diseñadas para lograr una mayor igualdad intergrupal en el lugar de trabajo (por ejemplo, discriminación positiva) y una mayor oposición a las políticas que violan principios meritocráticos.

El reciente estudio de Hoyt et al. (2021) evidencia que a mayor percepción meritocrática, más se culpabiliza a aquellos en pobreza. A su vez, esta culpabilización actúa como mediadora entre la percepción meritocrática y las actitudes negativas hacia la pobreza.

A modo de síntesis, la literatura recolectada hasta la fecha sobre creencias meritocráticas y atribuciones de pobreza y riqueza carecen de tres aspectos importantes: trabajar tanto las atribuciones de pobreza como de riqueza, analizar las atribuciones externas y una operacionalización sistemática del concepto de creencias meritocráticas.

Considerando que mayores niveles de percepción meritocrática se ha relacionado con una dimensión legitimadora de las desigualdades socioeconómicas (Juan C. Castillo et al. 2019) y con actitudes negativas hacia grupos sociales marginalizados (Madeira et al. 2019), se plantean las siguientes hipótesis específicas

\(H_1:\) A mayor percepción de meritocracia, mayores serán las atribuciones internas hacia la pobreza y la riqueza.

\(H_2:\) A mayor percepción de meritocracia, menores serán las atribuciones externas hacia la pobreza y la riqueza.

References

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